-¿Pero Él se hizo visible…escuchó Su voz, tal vez una luz
celestial, una nube…?
-No, no. Yo sentí Su presencia abrumadora…infinita. Algo
imposible de explicar –respondió entre desconcertado y feliz.
Bebió un largo trago
de agua. Y prosiguió.
-Entendí claramente
el mensaje, si puede decirse así, sin necesidad de palabras ni imágines.
-¿Sintió temor?
-No, para nada. Era como si flotara… fuera del tiempo y del
espacio. La mente clara, receptiva, iluminada.
-¿Y…digamos cuál fue esa revelación o mensaje?
-Ahora que lo pienso mejor, se trataba de una especie
de advertencia acerca del…del
Anticristo.
Los cardenales
parecían estatuas congeladas.
-¿Dijo cuándo se
produciría esa llegada?
-Ya se produjo. El Maldito está entre nosotros. Es
invisible, poderoso, infinito. Y lo peor: inmensamente cautivador, servicial y
amable. Lo cual lo hace más peligroso.
-¿Eso quiere decir
que lo conocemos?
-Claro que sí.
Bebió otro sorbo de agua y agregó
- Hermanos, el Anticristo es…es internet.
Todo esto me contó el desconocido al que yo había bautizado interiormente como “El
misterioso Informante”.
-Esa fue la razón por la cual el Papa Francisco pidió al
mundo que rezara por el, ¿entiende?
-Si, si. Lo que no logro entender –le dije- es por qué me
cuenta a mí ese “secreto que no se puede revelar”, según sus propias palabras,
y en este semivacío bar de hotel.
-Simplemente porque tenía que decírselo a alguien.
-¿Y no teme que yo lo haga público?
-Bah… ¿quién podría tomar en serio las palabras de un
humorista? –dijo con algo parecido a una sonrisa.
Finalmente, bebió de
un trago el whisky que quedaba en su vaso y se marchó tal como había aparecido:
vacilante, silencioso y oscuro como una sombra sin dueño.
---
Donato Alberto Calliera
Donato Alberto Calliera