El Secreto del Papa

Uno de los cardenales espantó el pesado silencio que se había instalado después de la sorprendente revelación del Papa Francisco.
-¿Pero Él se hizo visible…escuchó Su voz, tal vez una luz celestial, una nube…?
-No, no. Yo sentí Su presencia abrumadora…infinita. Algo imposible de explicar –respondió entre desconcertado y feliz.

Bebió un largo trago de agua. Y prosiguió.


-Entendí claramente el mensaje, si puede decirse así, sin necesidad de palabras ni imágines.
-¿Sintió temor?
-No, para nada. Era como si flotara… fuera del tiempo y del espacio. La mente clara, receptiva, iluminada.
-¿Y…digamos cuál fue esa revelación o mensaje?
-Ahora que lo pienso mejor, se trataba de una especie de  advertencia acerca del…del Anticristo.

 Los cardenales parecían estatuas congeladas.

-¿Dijo cuándo se produciría esa llegada?
-Ya se produjo. El Maldito está entre nosotros. Es invisible, poderoso, infinito. Y lo peor: inmensamente cautivador, servicial y amable. Lo cual lo hace más peligroso.

-¿Eso quiere decir que lo conocemos?
-Claro que sí.
Bebió otro sorbo de agua y agregó
- Hermanos, el Anticristo es…es internet.

Todo esto me contó el desconocido al  que yo había bautizado interiormente como “El misterioso Informante”.
-Esa fue la razón por la cual el Papa Francisco pidió al mundo que rezara por el, ¿entiende?
-Si, si. Lo que no logro entender –le dije- es por qué me cuenta a mí ese “secreto que no se puede revelar”, según sus propias palabras, y en este semivacío bar de hotel.
-Simplemente porque tenía que decírselo a alguien.
-¿Y no teme que yo lo haga público?
-Bah… ¿quién podría tomar en serio las palabras de un humorista? –dijo con algo parecido a una sonrisa.

Finalmente, bebió de un trago el whisky que quedaba en su vaso y se marchó tal como había aparecido: vacilante, silencioso y oscuro como una sombra sin dueño.
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Donato Alberto Calliera