Sombra enamorada - La barra del café - Lamento - Invasión imperceptible - Papeles cambiados

SOMBRA ENAMORADA

En una tarde soleada otra vez me crucé con ella y otra vez siguió su camino, altiva, bella, indiferente.
Me quedé mirándola…y observando desconcertado cómo mi propia sombra se iba de la mano con la sombra de ella.

LA BARRA DEL CAFÉ

Hacía mucho tiempo que me resistía a volver al antiguo café de la calle San Martín. No tenía sentido. Mis amigos se habían ido marchando para siempre de ese bar y de este mundo también.
Pero recién algo me llevó a empujar la pesada puerta de madera, bronce y cristal. ¡Y en la habitual mesa del fondo estaban todos!
¡Eh viejo, ya era hora ¡ Hace años que te esperamos! - Exclamó el Pelado Martín abriendo los brazos como un director de orquesta.
Un rato después reaccioné y comprendí.
-¿Carajo, dónde estaban? ¡Ni que se los hubiera tragado la tierra!
Y estallaron las carcajadas, igual que siempre. Bueno, “casi” igual.

LAMENTO

-Manos extrañas me tocan, me acarician con pasión, pero extraño las tuyas. ¿Dónde estás? Tengo terror de perderte para siempre, de no escuchar tu voz ni compartir tus secretos.
Por favor búscame que yo siempre estaré esperándote.
(Ese fue el silencioso lamento de un celular robado a su dueño)


INVASIÓN IMPERCEPTIBLE

James P. Brown, el viejo, laureado y jubilado científico de la NASA no esperaba que los jefes del Pentágono rieran con ganas cuando les reveló lo de la invasión.
-Perdone, profesor, pero…¿Dónde están esos malvados robots que según usted han llegado del espacio y nos están dominado? ¿Acaso son invisibles?
-¡Imbéciles! ¿todavía no lo han advertido? ¡Aquí tengo uno de ellos! –estalló indignado.
Entonces, arrojó su celular contra el suelo y lo pisoteó furiosamente.
De inmediato partió murmurando “Ya es tarde…muy tarde”…

PAPELES CAMBIADOS

La jornada había sido agotadora , plena de luchas y dificultades. Ahora es de noche y los dos jinetes descansan junto a un anémico arroyo.
Al amanecer, el caballero pequeño y obeso ya ha montado sobre su escuálido Rocinante y le dice a su fiel escudero.
-Vamos, holgazán, deja de soñar y de murmurar sandeces, que mi amada Dulcinea me aguarda impaciente.
El Quijote trepa al borrego y ambos prosiguen su accidentado viaje de regreso hacia La Mancha

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(DONATO ALBERTO CALLIERA)